lunes, 1 de febrero de 2010

Ventajas de morir en un accidente de avión (sobre Jorge Ibargüengoitia y sus novelas 'Dos crímenes' y 'Las muertas')


No debe ser mala muerte, pienso, no hace falta luchar, como cuando uno se ahoga atragantado, por ejemplo, ni resistir mientras intentas llegar al hospital con tu corazón que ha sufrido un infarto.

Ni siquiera tienes que tomar esa decisión tan difícil de ya está, no puedo más, me rindo, común a tantas otras muertes.

La cosa debe resultar muy sencilla, siempre que no seas tú el piloto, claro, un dejarte llevar, como en la montaña rusa.

Cierras los ojos y si tienes suerte, coges la mano de la persona que tienes al lado, dices gracias por todo, te quiero, o algo así, y ya está, sin agonía, fin, fundido en negro, una oscuridad infinita y eterna.

Del resto, se encarga el seguro, de despegar lo poco que quede de tu carne fundida sobre la tapicería del asiento y de pagarle unos cuantos kilos a tus herederos para facilitarles el trago y que guarden un buen recuerdo de papá, o del abuelito, o del tío Juan.

Todas estas tonterías y frivolidades (perdón a los supervivientes, a las víctimas y en general, a cualquiera que se sienta ofendido) me vienen a la cabeza mientras veo un vídeo de la muerte de Jorge Ibargüengoitia en YouTube (aunque a él, pobre, ni siquiera le nombran).



Ibargüengoitia, mejicano de 53 años y residente en París, no quería viajar, pero al final no pudo resistirse a ese encuentro de escritores en Colombia. Cogió el vuelo en el aeropuerto Charles de Gaulle con destino a Bogotá el 27 de noviembre de 1983 y poco antes de aterrizar en Barajas, donde tenía que hacer una escala, el 747 se estrelló contra tres colinas de Mejorada del Campo.

Hubo 11 supervivientes. Él no se encontraba en esa lista. Tampoco la novela en la que entonces estaba trabajando y que llevaba en su equipaje.

Sí que han sobrevivido sus obras anteriores. La editorial RBA las está recuperando ahora.

Yo empecé con Dos crímenes, que es la que acaban de publicar en enero.

Y me gustó tanto, que en cuanto terminé con ella empecé con Las muertas.

Hacía mucho que no leía dos libros seguidos del mismo autor y el segundo me ha gustado aún más que el primero.

Dos crímenes es la historia de un tipo que tiene que huir después de celebrar un fiesta en su casa porque le involucran en un atentado en el que él no ha intervenido.

Se va a un pueblo, donde vive un tío suyo rico para ver si puede sacarle algo, pero allí se encuentra con los buitres de sus primos, todos intentando quedarse con la herencia, y empiezan a pasar cosas, muchas cosas, y surgen también un par de pasiones tremendas y divertidísimas, y así hasta que, en efecto, se produzcan dos crímenes.

Las muertas cuenta la vida de las hermanas Baladro, Serafina y Arcángela, dos madrotas (o sea, proxenetas; o sea, madames, pero en plan mejicano), su esplendor y su caída en desgracia, en una de esas historias corales que van hacia delante y hacia atrás, reconstruyendo lo que pasó a partir del testimonio de los distintos testigos, implicados, etc.

Hay también crímenes y muertos (o mejor, muertas), y pasiones desatadas, y los actos más miserables que puedas imaginar, y una ironía brutal.

Tienen las dos algo de género negro, por aquello de reconstruir un asesinato o una serie de asesinatos, pero nada que ver con una novela negra al uso.

Ibargüengoitia es un narrador agilísimo y magistral, y escribe con ese dominio del lenguaje que sólo consiguen los mejicanos.

Sus personajes son todos malos y cabrones, y son, al mismo tiempo, víctimas de sí mismos y de los demás. Es decir, son humanos y reales, sin ningún maniqueísmo, mujeres, por ejemplo, capaces de comprar a niñas de 14 años para prostituirlas y vender su virginidad, pero que luego van y se enamoran como unas bobas o les matan a un hijo y hasta te dan pena y piensas, ay, pobre, mírala ahí todo el día esperando a que salga su novio de la tienda cuando en realidad él la ha abandonado y ella aún no sabe que le han partido el corazón.

Ibargüengoitia lo cuenta todo con la mayor naturalidad, como recordándonos que lo monstruoso en el fondo también es normal. Y lo mezcla todo: lo terrible, lo sórdido, lo disparatado, lo gracioso... Y hasta es capaz de ponerle un punto de ternura. Como la vida misma. Porque sí, es eso, los libros de este señor muerto hace más de 25 años en un accidente de avión están llenos de vida, y más todavía, consiguen eso tan difícil, el milagro, trascienden la literatura y se convierten ellos en vida, pura, purísima vida, tan vivos como esas 11 personas que en 1983 escaparon del fuego, de los hierros retorcidos y de la triple colisión de un 747 contra las colinas de Mejorada del Campo.

(La foto de hoy es de ese otro gran mejicano, el fotógrafo de sucesos Enrique Metinides del que ya hablamos en otra ocasión. Y el título, sí, es un homenaje, o mejor, un plagio en toda regla de Antonio Orejudo y su libro Ventajas de viajar en tren. Otro día hablamos de él.)

5 comentarios:

DON ZANA dijo...

¿Qué es una historia coral?.

Disculpe mi ignorancia, Sr. Vilá, pero siempre me lo he preguntado (y este blog me sirve no sólo para escribir chorradas sobre mi suegra y mis amigos fruteros, sino también para aprender muchas cosas, como en el colegio).

Hasta un momento determinado, mi única referencia sobre el término era la 9ª sinfonía de Beethoven, y siempre consideré que la calificaban y denominaban como "coral" porque en su último movimiento interviene un coro. Tan simple como eso.

Hasta ahí, todo bien. Pero luego empiezan a aparecer las críticas de cine con las películas "corales" (y uno piensa "qué bonito, una película con coro", pero resulta que el coro no aparece por ningún lugar).

Y luego las historias corales, las novelas corales y los microondas corales.

Sr. Vilá, mi pregunta no tiene ni una sola mota de sarcasmo, se trata de una duda real que le agradeceré (a usted o a cualquiera de sus colaboradores) que me resuelva.

Un millón de gracias, y felicitaciones por una entrada (otra más) CONOJUNDA.

Anónimo dijo...

Leyéndole apetece leer algún libro de Jorge Ibargüengoitia (espero acordarme del apellido cuando vaya a comprarlo...).
Otro más para la larga lista que sólo crece.

Aunque no estoy en absoluto de acuerdo en que morir en un accidente de avión sea una cosa buena o fácil.
Lo más cerca que he estado ha sido el último día de Navidad. Tenía la suerte de poder dar la mano a mi hermana y de rezar las dos en alto creyendo en lo que hacíamos.
Pero no me gustó nada de nada la experiencia.
No me quiero morir todavía.
Y, desde luego, no me quiero morir así.

Juan Vilá dijo...

Don Zana,

Me alegro de volver a verte y leerte por aquí.

Respecto a tu pregunta, coral es eso, como en la música, aunque no tiene que sonar necesariamente bien: hay mucha gente (personajes), sin un protagonista claro, y todos hablan y hacen cosas, puede incluso que todos hablen a la vez, y hasta que chillen.

En el caso de 'Las muertas' es más bien que todos hablan y cuentan su parte de la historia, la de estas dos hermanas, y da esa impresión de multitud.

¿Te sirve la explicación?

Anónima, preciosa historia, pero no sé si lo que cuentas (esas mujeres cogidas de la mano, rezando en alto y entregadas a la fe) no lo hace todo aún más apetecible.

Gracias a los dos

DON ZANA dijo...

Me sirve la explicación. Ya lo creo. Muchas gracias. De verdad es algo que siempre me llamó la atención y nunca me atreví a preguntar (como tantas cosas).

Lo dejamos en que lo coral es aquello en lo que hay "varias voces". Como en un coro, claro. Ahora parece evidente, caramba.

Muchas gracias.

P.D.- Yo siempre estoy aquí. Aunque no me vea ni me lea.

Anónimo dijo...

¿¿Aún más apetecible??
Es usted muy raro, Juan Vilá