Sánchez Dragó anuncia o insinúa o teme el fin inminente de Dragolandia, esa mamarrachada de programa que hacía en Telemadrid.
Abandona, o le obligan a abandonar, la televisión, y vuelve a su blog en El Mundo.
Yo creo que es un error.
Pero no lo digo por los 7.000 o 9.000 euros de dinero público que el escritor "liberal, libertino y libertario" cobraba cada semana, (según los trabajadores de la cadena autonómica).
Lo digo más bien porque me he acordado de ese gran poema de José María Fonollosa. Se llama Avinguda Diagonal 1 y aparece en el libro Ciudad del hombre: Barcelona (Ed. DVD Poesía).
Dice así:
Con unas herramientas anacrónicasY sí, todo el mundo sabe que la televisión es mil o tres mil veces mejor que un blog.
no es posible un trabajo muy bien hecho.
Decidíos a usar las nuevas técnicas
y echad a la basura el alfabeto.
Y más si es un blog de mierda, como el suyo o el mio, hecho fundamentalmente de palabras.
En un sólo minuto de televisión cabe más ego que en toda la blogosfera mundial junta.
Y eso es una cantidad casi infinita.
Caben también todos tus gatos si es que los tienes (véase el vídeo de arriba).
Y un ataúd (véase otra vez el vídeo).
Y tu hija como copresentadora (véase si hay huevos una tercera vez el vídeo).
Y puedes llevar a todos tus colegas para entrevistarles, tipo Jodorowsky (acompañado, a su vez, por su hijo, Adanowsky, que canta con gracia), Jiménez Losantos o Boadella.
E incluso contratar a Fernando Arrabal para que vaya por la calle visitando obras y abrazándose a travestis.
Y ahora es cuando el lector de este blog y aficionado, incluso adicto, a la televisión basura como yo pero que no ha podido ver el bodrio de Dragó piensa: "O sea, que tenía los mismos ingrediéntes que Sálvame: egomanía del presentador, colegueo generalizado, friquismo y autorreferencialidad".
Sí, pero no, Sálvame no se toma tan en serio a sí mismo, o juega a no tomarse en serio, y a ratos es divertido. Tiene, además, esa inmensa crueldad y toda una serie de humillaciones que garantizan su éxito.
Frente a eso, Dragolandia sólo era pomposo, ridículo y aburridísimo.
El domingo pasado, Dragó cerró el programa apoyado en un piano. Lo tocaba una japonesa disfrazada de geisha y una señora rubia y con mucha laca, tipo Esperanza Aguirre, leyó No volveré a ser joven, de Jaime Gil de Biedma.
Yo tengo este otro poema, en cierto sentido similar, pero más jodido y más rabioso, también de Fonollosa, un Bukowski español de los años 50 y 60, que lo llena todo de sexo, de sangre y de desesperación, y que casi parece un personaje inventado por Pere Ginferrer.
Otro día hablamos de él. De momento, ahí va eso, de su obra Destrucción de la mañana (Ed. DVD Poesía):
Es injusto querer justificarse
uno ante sí arguyendo: –"No hubo suerte".
Esto es lo que se imparte a los demás.
La verdad la sabemos bien cada uno.
Uno no puede dar lo que no tiene.
Las cosas son así. Nadie es culpable
en la mezcla confusa, tiempo y vida,
que nos forma y deforma indiferente.
Soy de los más que estamos ahí, ahogándonos
en la propia corriente que nos nutre.
Como el sol detenido en la pared
que empuja su calor contra las piedras,
apretujados todos. Maldiciendo.
Maldiciendo a los otros. Maldiciéndonos.
Podemos, sí, decir que hemos vivido.
Como el que ha realizado la tarea
penosa, decir cada uno: –"He vivido".
Que es igual que afirmar: –"He fracasado".